(Un texto de uno de esos de los que te acuerdas a las 20:00, aunque continúes con tus cosas)
Boris Johnson no quería cerrar su país por el virus, ni Bolsonaro, ni Trump, ni quiere Abascal ni Casado; no quiere ningún dirigente de la derecha política internacional. Para el neoliberalismo la economía es prioritaria, la anteponen a cualquier cosa, incluso a la salud y la vida… de los demás. Son los mismos que publicitan el 5G y ordenadores cuánticos para disfrute de masas; esos que sostienen ahora que no es responsable el hombre del calentamiento global y antes, poco antes, que el calentamiento era una patraña; los mismos grandes hombres que quieren siempre mayores beneficios, aunque los recursos del planeta son limitados; son quienes ni se inmutan ante el hambre de millones de seres humanos en el mundo a la par que tiran a la basura toneladas de alimentos; aquellos que no dudan en retorcer la realidad para que cuadre con sus intereses, invariablemente económicos. Pero ahora están asustados: durante un mes largo el mundo está viviendo sin consumir, e incluso muchos países promueven una renta mínima a sus ciudadanos que les permitirá subsistir sin necesidad de trabajar. Nos dijeron siempre que lo importante eran las empresas, pero se ha hecho patente que no son nada sin los que trabajan en ellas. Los cielos están despejados, limpios de contaminación y se puede respirar y hasta ver el horizonte. Si esta nueva realidad cala entre los ciudadanos, si despiertan de su letargo, el capitalismo podría cuestionarse, desaparecer y dar origen a un nuevo paradigma. Necesitan poner fin cuanto antes a esta pesadilla. Sin esclavos consumistas se les cae el chiringuito. E inundan tu teléfono de mentiras cuidadosamente disfrazadas de evidencia para sembrar la duda en tu corazón, como niebla que oculta el faro al navegante ansioso por llegar a puerto.
Muchos ciudadanos pasan del virus del mismo modo que pasan de la política: lo que desconocen es que ni el virus ni la política pasa de ellos. Alguno de entre los primeros llega a urgencias dando bocanadas como un pez fuera del agua. Sus rostros son la viva expresión del terror. Sienten que un elefante se ha sentado en su pecho y se esfuerzan hasta la extenuación por llevar a sus pulmones un buchito de oxígeno. La angustia desborda sus ojos y se agarran a tus manos como si tú pudieras arrancar de las de la muerte aquello que ya reclama como suyo. Suplican por sus vidas o por que se la arrebates y dejar así de sufrir.
Para todos aquellos que dais pábulo a complots delirantes y los difundís para no sentiros tan frustrados os hago un ruego: salid a la calle, mezclaos y contagiaos en busca de la tan deseada inmunidad de grupo, pero si enfermáis de gravedad y os ahogáis no ocupéis la cama de la persona que sí entendió lo que nos jugábamos y cumplió las reglas. Ni vosotros ni los vuestros. No nos roguéis por vuestra vida, aceptad vuestro destino, reconoced vuestro error y morid en casa.
Regreso a Boris Johnson, quien tras afirmar que no era posible confinar el país y asegurar que perderían a muchos de sus seres queridos como un coste inevitable, contrajo la enfermedad. Mas él dispuso de varios médicos a su cuidado las veinticuatro horas del día, cama en el mejor hospital del Reino Unido y específicos cuidados sin espera en la UCI (respirador incluído). En ese momento habría dado todo cuanto posee para salvar la vida. No fue necesario: era y es rico y no le faltó de nada. El virus no es clasista, pero los muertos se contarán finalmente en mayor medida entre los pobres del mundo (Suramérica y Africa).
Lo siento prima, amigo, compañero, vecino o completo desconocido: no quiero que me mandes más basura. Las fotos de los paisajes que enviabas en la primera época del confinamiento, aquellos poemas ingenuos y los chistes que ideabas para aliviar el momento eran una propuesta limpia. Siento mucho que te hayan manipulado (es lo que yo siento) de tal modo que perdieras el norte cuando dejaste de enviarme todo eso. Espero y deseo que todo te vaya bien. Ándate con mucho cuidado: vivimos tiempos plenos de información como nunca el hombre ha conocido, pero nunca la manipulación ha conocido las altas cotas de estos tiempos. Ante la incapacidad para conocer siempre quién miente y quién no, busco información veraz y en última instancia me guío por mi experiencia. Puede que ni aún con esas logre la certeza plena, pero si tengo que elegir entre Salud y Dinero no albergo duda.
Me pregunto de dónde surgen las tuyas.